Actualizado: 15 sept 2023
La semana pasada os hablamos del duelo y las distintas fases que presenta. En este artículo nos centraremos en cómo explicarles a nuestros hijos el fallecimiento de un familiar. Sería importante que tuviéramos alguna noción para poder hablar y explicar a nuestros hijos sobre el tema de la muerte, sobre todo en aquellos momentos en los que nos toca de cerca y por algún fallecimiento de un familiar tenemos que enfrentarnos a ella, y explicárselo a nuestr@s niñ@s.

La muerte de un familiar, de un conocido, de un@ amig@, etc tiene tal resonancia afectiva que para los adultos es un tema que incluso a veces intentamos pasar de lado por las dificultades emocionales que nos genera.
Si ya de por sí para el adulto es complicado, no hablemos cuando son los niños los que tiene que enfrentarse a ello.
Pero, ¿Cómo podemos explicar y hablar a nuestros hij@s sobre la muerte, especialmente si es de una persona significativa para éste?

Aquí os dejamos algunas claves que nos pueden servir para hacer frente a esta situación:
- Lo primero de todo, debemos buscar un sitio tranquilo en el que l@s niñ@s se encuentren a gusto y sin distractores externos.
- Lo ideal es que sean los progenitores los que expliquen qué es la muerte, o bien, alguien en quien confíen y que puedan tener libertad total para hacer cualquier tipo de pregunta. Lo importante es entender cómo colocan ellos la muerte y cómo es entendida para no generar incertidumbre en ellos y no queden dudas.
- Para que podamos explicar y hablar sobre el tema, debemos haber gestionado nuestras emociones. No es necesario bloquear lo que sentimos (todo lo contrario) se puede y es positivo expresar nuestras emociones delante de los niños, lo que no es adecuado es “desbordarse” emocionalmente y no tener ningún tipo de “contención “ emocional delante de ellos, porque si los adultos no nos podemos sostener, lo que vamos a hacer es que ellos se asusten y bloqueen sus emociones.
- Adapta el lenguaje a ellos, sobre todo adaptado a las creencias familiares con las que os sintáis más cómodos para explicarlo. El lenguaje tiene que ser sencillo y claro para no dar lugar a dudas y confusión.
- Utiliza apoyos visuales (como cuentos sobre el duelo, foto del familiar cercano…) para ir poniendo palabras y conectar con sus emociones.
- Dejar libertad al niño para que en cualquier momento pueda hablar del tema y cuando lo necesite.
L@s niñ@s tiene derecho a que les expliquemos y hablemos con ellos sobre la muerte. Si les ayudamos a entender, sentir y conectar con el proceso de duelo o con la pérdida, de adultos harán frente a estas situaciones sabiendo gestionarlas, sin temor para afrontarlo en el momento necesario.
Actualizado: 15 sept 2023
Cuando hablamos de duelo, nos referimos al proceso que se desencadena después de una pérdida significativa. La muerte de un ser querido, seria el duelo que puede genera mayor impacto y del que conocemos más aspectos. Pero no debemos olvidarnos que hay muchas otras pérdidas que tiene mucha relevancia y se viven con gran impacto.
Como por ejemplo; pérdidas de amistades, mascotas, derrotas escolares, laborales, sentimientos de exclusión, cambios de domicilio, situación de inmigración, pérdidas amorosas, el embarazo, separación de los padres.
En nuestro día a día nos podemos encontrar con algunos de los duelos mencionados, que en muchas ocasiones no se llega a tomar conciencia de ellos, y por tanto, no se le da el espacio necesario. Es por ello que esta falta de conexión con el duelo lleva a que se desencadenen estados de angustia, estrés, tristeza. Es necesario reconocer y mirar estas pérdidas, darles el lugar que merecen para que puedan ser aceptadas.
En este artículo nos vamos a centrar en la expresión del duelo a causa de la muerte. Entender la pérdida y lo que conlleva el proceso de duelo va a depender del desarrollo evolutivo y la edad del sujeto.
Elisabeth Kübler-Ross, nos presenta cómo en el proceso del duelo, se experimentan una serie de etapas, que no tienen porque ser iguales para cada persona, ni tener el mismo orden e intensidad. Consta de cinco fases.

NEGACIÓN: Ante estas situaciones nos encontramos que muchas veces nuestro propio cerebro, es incapaz de procesar y asimilar el inmenso dolor de manera inmediata, especialmente si el fallecimiento ha ocurrido de manera repentina. Es por ello necesaria esta etapa de transición, para poder asimilar la pérdida sufrida.
Trata de dosificar el dolor, provocando la incapacidad de entender que la persona ha fallecido. La persona tiene la necesidad de recuperar a ese ser querido.
IRA: Se experimentan pensamientos que tratan de explicar el porqué de la pérdida.
Surgen emociones como la irritación, injusticia, humor agresivo consigo mismo y con la sociedad y sentimientos de culpabilidad por no haber cuidado mejor de esa persona.
La ira es una forma de expresión igual de necesaria que la tristeza y resulta habitual en esta etapa. Se trata de un sentimiento temporal que es necesario para avanzar en el proceso de curación, y que muchas veces es menos doloroso que la tristeza, porque nos activa a buscar soluciones y nos mantiene más conectados a la vida. Debajo de la ira se encuentra el dolor y el sentimiento de soledad. Es importante que el entorno sepa que pueden aflorar todo tipo de emociones, sin sentirnos juzgados, y saber que es necesario un tiempo para superar el vacío de la pérdida.

NEGOCIACIÓN: Nos encontramos con sentimientos de culpa y pensamientos mágicos sobre la posibilidad de hacer un trato, que permita el regreso de la persona fallecida. Queriendo no hacer frente al dolor que supone la pérdida. Esta etapa permite dar tiempo a la mente, para comprender lo ocurrido. Se trata de un mecanismo de defensa y puede ocurrir antes de la pérdida en casos de enfermedad terminal. Se trata de buscar todos los medios necesarios dando una falsa sensación de control para no enfrentarse a la situación temida.
TRISTEZA: Se trata de las etapas más intensas del duelo. Es donde afloran sentimientos de tristeza y vacío. Donde surgen emociones como el desánimo, falta de motivación, apatía y frecuentes ganas de llorar.
Se trata de una emoción necesaria de la cual hay que aprender a no juzgarla o querer eliminarla y ser conscientes que forma parte del proceso de duelo y que nos preparan para afrontar esta etapa y adaptarnos a una nueva vida sin esa persona.
ACEPTACIÓN: Se trata del momento en el que se aprueba y se experimenta la tranquilidad ante la pérdida sufrida. Se acepta lo ocurrido sin tener que estar menos triste por ello.
Permitiendo experimentar tranquilidad y compresión de lo sucedido. Logrando que se pueda vivir con el dolor de la pérdida y rescatando los recuerdos vividos y aprendizajes.
Se tiene que tener en cuenta que los procesos se vivirán de diferente manera entre adultos, niños y adolescentes. Por lo que las manifestaciones ante la muerte, son muy diferentes en función de la etapa evolutiva en la que nos encontremos.

De 0-2 años: Durante esta etapa no son conscientes de la muerte de un ser querido. Puede llegar a afectarles si se ven alteradas sus rutinas del día a día, sueño , alimentación. Además de afectarles el constante cambio de la figura del cuidador principal.
De 3-5 años: Se trata de una etapa donde creen que la muerte es temporal y reversible. Por lo que es muy relevante, poder explicarles el verdadero significado de la muerte y saber que no podrán verles una vez que mueren. El duelo se manifiesta con gran irritabilidad, desobediencia , rabitas, miedo a la separación y soledad, y pueden aparecer conductas no apropiadas para su edad, volverse a orinar o chuparse el dedo.
De 6- 12 : Comprenden el concepto de muerte, aunque es difícil que puedan gestionar lo que conlleva y que puede ocurrir no solo a gente externa sino en su entorno familiar y grupos cercanos. La manifestación ante la pérdida suele ser cambios en el comportamiento a causa del fallecimiento de un familiar; desobediencia, agresividad, mal rendimiento académico, excesivo interés por la muerte, incluso problemas a la hora de dormir.
Adolescencia: En esta etapa comprenden que la muerte en inevitable, no se puede generalizar las reacciones, ya que cada adolescente es diferente. Pueden llegar a experimentar sentimientos de culpabilidad por sentirse responsables, resulta vital explicarles que ellos no son los causantes de ese fallecimiento. Suelen tomar una actitud de protección ante los familiares y confirmación de que se encuentran a salvo. Los sentimientos que suelen aflorar son aislamientos, desgana y incapacidad de expresar sus emociones, ansiedad. También se busca referentes en el entorno y si se da una fuerte vinculación e identificación con alguien ya fallecido.
Adultos: Se trata de una etapa donde se comprende en absoluto en concepto de muerte, la pérdida de los padres genera sentimientos de ambivalencia y dependencia por las etapas en las que era necesario su cuidado. Surgen sentimientos de soledad presentes en cualquier edad. También dependiendo del momento en el que te encuentres puede generar sentimientos de pena por no poder ver los proyectos, ilusiones y poder compartirlas. Además de ver interrumpidos proyectos comunes en caso de viudedad, dando lugar a un gran estrés en el ámbito social , inestabilidad, desamparo, sobrecarga por tener que afrontar solo la vida y el cuidado de los hijos.
Vejez: Esta etapa esta caracterizada por el gran numero de pérdidas familiares y de amistades. Las características de esta etapa es el sentimiento de soledad y necesidad de figuras de apoyo. Esto depende de cada persona, de su carácter y capacidad de encajar estas pérdidas. Un buen ambiente familiar permiten acomodarse y aceptar las pérdidas.
Cuentan con mecanismos adaptativos ante el gran número de pérdidas sufridas, que hacen que no sean tan sensibles y que se habitúen tras el primer impacto. Con una conciencia más resiliente y madura ante la inevitable muerte.
El duelo es un proceso normal al que nos exponemos en nuestra vida por las pérdidas de seres queridos o muchas otras que generan un gran numero de reacciones que pueden ser muy diferentes según el momento evolutivo en el que estemos. Reacciones que experimentamos en nivel cognitivo, fisiológico, emocional y conductual.
Existen múltiples reacciones, por lo que no es comparable ningún tipo de duelo tanto en infancia, adolescencia, adultez y vejez. Por ello tiene mucha importancia pararnos a comprender con detenimiento la recuperación que se necesita tanto a nivel individual , social y familiar. Desde un enfoque terapéutico adecuado, tratamos de guiar al paciente durante este proceso donde se pasaran por una múltiples de estados.
Actualizado: 15 sept 2023
¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción básica que está presente durante toda la vida del ser humano. Esta emoción se manifiesta a través de reacciones y comportamientos que son instintivos e innatos y son útiles para la supervivencia. Reaccionar con miedo ante situaciones o eventos que causan temor es un fenómeno totalmente normal. Por ello, los miedos en la infancia son adaptativos, ya que, permiten mantenerse alerta ante situaciones que pueden llegar a ser peligrosas y protegerse de las amenazas. Estos miedos, que son parte del desarrollo normativo del niño, se conocen con el nombre de miedos evolutivos.

¿Por qué aparecen los miedos evolutivos?
El surgimiento de los miedos en la infancia se debe a la influencia de una serie de capacidades que se desarrollan en los niños a lo largo de las diferentes etapas evolutivas. Estas capacidades son:
· Capacidad simbólica. Esta hace referencia a la capacidad del niño de hacer representaciones mentales sobre posibles situaciones que podrían suceder. Por ello, cuando se habla de esta capacidad del niño respecto al miedo, nos referimos al miedo que tienen de que algo pueda ocurrir y a las predicciones que hacen sobre situaciones que le asustan, aunque estas nunca lleguen a suceder.
· Pensamiento mágico. El pensamiento mágico se refiere a un tipo de pensamiento característico de la infancia en el que se presenta una incapacidad para diferenciar entre lo que es real y lo que es imaginario, lo que facilita la creencia de que existen seres fantásticos como fantasmas, monstruos, brujas, etc.
· Aprendizaje social. Esta teoría defiende que los niños aprenden a través de la observación y de la imitación del medio social que les rodea, pudiéndose ver influenciados por los miedos de otros e integrándolos.
¿Cuáles son los miedos evolutivos más comunes según la edad del niño?
De manera general, los miedos comienzan alrededor del primer año de vida. Sin embargo, las situaciones temidas van evolucionando según la edad. La desaparición de algunos miedos y la aparición de otros se explica por el desarrollo psicológico, social y biológico de un individuo a lo largo de las diferentes etapas evolutivas de su vida. A continuación, se presenta un breve resumen de la evolución de los miedos según las edades.
- Durante el primer año: separación de los padres o figura de apego, personas desconocidas, ruidos fuertes y sitios altos.
- De los 2 a los 5 años: se mantiene el miedo a la separación y ruidos fuertes y aumenta el miedo a los animales, oscuridad, tormentas y personas disfrazadas.
- De los 6 a los 8 años: se mantiene el miedo a los animales, separación, oscuridad, tormentas, y aumenta el daño físico, a los seres imaginarios (fantasmas, monstruos, brujas…), colegio y accidentes.
- De los 9 a los 12 años: se mantiene el miedo a animales, daño físico, tormentas y aumenta el miedo al rendimiento escolar, la muerte, relaciones sociales y aspecto físico.
- De los 13 años a los 18 años: miedo al rendimiento escolar, al rechazo, a la valoración negativa de otros, relaciones sociales, muerte y aspecto físico.
Cabe aclarar que estos miedos son meramente orientativos y no todos tienen por qué aparecer en todos los niños. La aparición de estos miedos dependerá en gran medida de las características individuales de cada niño y de las experiencias y vivencias personales de cada uno. Además, destacar también que las edades influyen según el desarrollo madurativo del niño.

Miedos adaptativos
Durante la infancia, los miedos pueden manifestarse a pesar de no estar presente el estímulo amenazante (como podría ser el miedo a los fantasmas o a los monstruos) debido a esta capacidad simbólica de la que se hablaba anteriormente y a la falta de capacidad que poseen los niños de diferenciar un peligro real de otro que no lo es. Entonces, ¿Cómo saber si debo solicitar ayuda de un profesional para ayudar a mi hijo/a?, pues bien, algunos signos de alarma serían:
- El miedo se mantiene en el tiempo y, además, cada vez es mayor.
- El niño reacciona de una manera exagerada y desproporcionada ante el estímulo temido o aspectos que estén relacionados con el mismo.
- El miedo está influyendo negativamente de manera significativa en aspectos cotidianos de su vida como el colegio, su estado de ánimo, relaciones sociales…
¿Cómo puedes acompañar a tu hijo/a en sus miedos?
- Habla con él abiertamente sobre sus miedos. Ofrece un espacio seguro y de confianza en el que pueda expresar libremente sus miedos sin juzgarlos ni minimizarlos. Hazle ver que el miedo no es una debilidad y que todos sentimos esta emoción.
- Indaga sobre qué es lo que le provoca ese miedo y cómo lo percibe él. Ayúdale a llegar la raíz del miedo con preguntas específicas como: “¿Qué es exactamente lo que te da miedo de quedarte solo en casa?”, “¿Qué crees que podría pasar?”.
- Hazle ver que le comprendes, le escuchas y te preocupas, y que su emoción es válida. Dales importancia a sus miedos, trata de no ridiculizarlos, criticarlos o castigarlos.
- Refuerza positivamente y elogia sus esfuerzos por hacer pequeños acercamientos a la superación de sus miedos.
- Proporcionar estrategias o herramientas para disminuir la intensidad del miedo.
Si quieres saber más sobre los miedos en la infancia, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.




















