top of page

Actualizado: 15 sept 2023

Venimos de un momento de veraneo y descanso que para los niños y adultos supone mayor libertad de horarios, más flexibilidad, menos exigencias, menos orden, y más relajación, por eso en muchos casos la vuelta al colegio se vuelve algo estresante. Hoy hemos preparado este blog para que esta entrada sea de lo más agradable y fácil posible.




La vuelta al colegio o escuelas en definitiva supone la vuelta a la rutina, mayor orden, planificación, cumplir con tiempos, esto se traduce en que se hace menos lo que uno quiere y más lo que uno debe, por tanto, es importante que en este proceso tengamos en cuenta que puede haber una mayor frustración y enfado al tener que renunciar a lo que uno quiere.


Para empezar, es importante comprender qué pueden estar sintiendo nuestros pequeños o pequeñas en estos días:

Por un lado, surgen, inseguridades y miedos, no saben quién será su nuevo profe, o si habrá cambio de compañeros, o si lo saben llevan meses desconectados de ellos y tienen dudas de cómo va a ser el reencuentro y si van a estar bien con ellos. Sienten timidez en un primer momento y realmente no se acuerdan de como de fáciles eran sus relaciones con esos amigos.





Por otro lado, se sienten desconcertados y enfadados, si han estado tiempo en familia, ¿por qué ahora no pueden seguir?, con lo que les gusta estar con sus figuras de referencia jugando todo el día…


Pero lo cierto, es que la rutina les viene bien a ellos y a los adultos también. Ellos ante la rutina saben adaptar mejor su conducta, saben lo que toca y lo que se espera de ellos, y a nosotros los adultos nos ayuda también para tener menos conflictos en casa, porque al no tener tantos momentos de cambio hay menos momentos de conflicto una vez que se ha establecido la rutina. Por tanto, vamos a mirar la vuelta al cole como algo necesario y que nos ayuda a estar más tranquilos y más centrados evitando los pequeños conflictos del día a día.


Claves para ayudar a nuestros pequeños o pequeñas a llevar este proceso de la mejor forma posible:

1- Adelantarles a tener los horarios en casa lo más similares posibles a los del colegio para que no les suponga un esfuerzo extra despertarse en hora y hacerse con la rutina.

2- Acompañarles en su pereza de volver a la rutina, validarles su emoción de pereza es importante porque si ellos sienten que les entendemos lo ven como algo normal y la posibilidad de expresarlo les alivia mucho.

3- Irles preguntando qué les apetece más de volver al colegio, si tienen alguna duda de la profe o de los compañeros que sepan que tienen un espacio para poder compartir con vosotros todas las preocupaciones que puedan estar teniendo.



4- Hablar de la timidez en el primer momento de contacto con el otro como algo que nos pasa a todos. El entrar y salir de las relaciones es una destreza que incluso de adultos hay que seguir trabajando, pues no es fácil.

5- Si existen rabietas a la hora de comenzar el día, validarlo siempre y naturalizarlo, al adulto también nos cuesta ponernos en marcha después de las vacaciones y pretendemos que los niños lo hagan sin ninguna barrera ni dificultad, ¡es un imposible! Se tiene que adaptar al cambio y le vamos a acompañar en esto

6- Tener un espacio para poder hablar de lo bien que habéis estado juntos durante las vacaciones y que el momento de separarse genera un poco de tristeza, pero cuando nos damos cuenta de que tanto unos como otros disfrutamos, viendo a compañeros y viendo como aprendemos cosas nuevas nos sentimos bien con nosotros mismos y esa tristeza pasa. Además es importante que sepan que a la vuelta del colegio o trabajo estaréis con ellos.

7- Para niños que lo pasan muy mal en la separación, os recomendamos que le deis un objeto vuestro que pueda llevar, tipo pulsera o colonia en alguna prenda y se le dice que cuando os echen de menos, pueden tocarlo u olerlo para sentiros todos más cerquita y les decís que vosotros también lo haréis desde vuestro trabajo.

8- De cara a poder enfrentar el hecho de que ya no van a poder hacer tanto lo que quieren y que se introduce más el debe en su rutina, lo que vamos a intentar es que cada día haya un rato exclusivo dedicado a hacer lo que el niño elija, a solas con la figura de referencia que elija. Cada día puede ser un miembro diferente, así os repartís y podéis disfrutar de ese momento todos. Estipular la hora y lo que vais a hacer, si hace falta hacer un horario.

9- Y, por último, intentar que las compras de uniforme, material y demás cosas necesarias para comenzar el curso, sea vivido como algo divertido y no como algo estresante.


¡¡Animo con la vuelta al cole!!es normal que cueste, pero con amor y comprensión todo se vuelve más fácil y menos conflictivo.

Actualizado: 15 sept 2023

Aquí os dejamos este fragmento del libro “Biografía del silencio”, un testimonio del primer año de experiencia meditativa de Pablo D´Ors y una verdadera motivación para comenzar y no claudicar en ello. Las vacaciones son una oportunidad fantástica para comenzar a introducir nuevos hábitos sin restricciones de tiempo:





“Durante el primer año, estuve muy inquieto cuando me sentaba a meditar: me dolían las dorsales, el pecho, las piernas… A decir verdad, me dolía casi todo. Pronto me di cuenta, sin embargo, de que prácticamente no había un instante en que no me doliera alguna parte del cuerpo; era solo que cuando me sentaba a meditar me hacía consciente de ese dolor. Tomé entonces el hábito de formularme algunas preguntas tales como: ¿qué me duele?, ¿cómo me duele? Y, mientras me preguntaba esto e intentaba responderme, lo cierto era que el dolor desaparecía o, sencillamente, cambiaba de lugar. No tardé en extraer de esto una conclusión: la pura observación es transformadora; como diría SimoneWeil —a quien empecé a leer en aquella época—, no hay arma más eficaz que la atención. La inquietud mental, que fue lo que percibí justo después de las molestias físicas, no fue para mí una batalla menor o un obstáculo más soportable. Al contrario: un aburrimiento infinito me acechaba en muchas de mis sentadas, como empecé entonces a llamarlas. Me atormentaba quedar atrapado en alguna idea obsesiva, que no acertaba a erradicar; o en algún recuerdo desagradable, que persistía en presentarse precisamente durante la meditación. Yo respiraba armónicamente, pero mi mente era bombardeada con algún deseo incumplido, con la culpa ante alguno de mis múltiples fallos o con mis recurrentes miedos, que solían presentarse cada vez con nuevos disfraces. De todo esto huía yo con bastante torpeza: acortando los períodos de meditación, por ejemplo, o rascándome compulsivamente el cuello o la nariz —donde con frecuencia se concentraba un irritante picor—; también imaginando escenas que podrían haber sucedido —pues soy muy fantasioso—, componiendo frases para textos futuros —dado que soy escritor—, elaborando listas de tareas pendientes; recordando episodios de la jornada; ensoñando el día de mañana… ¿Debo continuar? Comprobé que quedarse en silencio con uno mismo es mucho más difícil de lo que, antes de intentarlo, había sospechado. No tardé en extraer de aquí una nueva conclusión: para mí resultaba casi insoportable estar conmigo mismo, motivo por el que escapaba permanentemente de mí. Este dictamen me llevó a la certeza de que, por amplios y rigurosos que hubieran sido los análisis que yo había hecho de mi conciencia durante mi década de formación universitaria, esa conciencia mía seguía siendo, después de todo, un territorio poco frecuentado. La sensación era la de quien revuelve en el lodo. Tenía que pasar algún tiempo hasta que el barrose fuera posando y el agua empezase a estar más clara. Pero soy voluntarioso, como ya he dicho y, con el paso de los meses, supe que cuando el agua se aclara, empieza a poblarse de plantas y peces. Supe también, con más tiempo y determinación aún, que esa flora y fauna interiores se enriquecen cuanto más se observan. Y ahora, cuando escribo este testimonio, estoy maravillado de cómo podía haber tanto fango donde ahora descubro una vida tan variada y exuberante.”



Si has pensado en hacerlo, no lo dudes. Una vez que nos familiaricemos con la práctica podremos adaptarlo a nuestra rutina cuando comience el año escolar. Como dice Lao Tse: “Un camino de mil millas empieza con un gran paso”.

Actualizado: 15 sept 2023

Cuando sospechamos que nuestros hijos pueden tener Déficit de Atención o algún problema relacionado con esta, nos asustamos y comenzamos a tener bastantes dudas. Pero, ¿Qué es la atención?


La atención es una función neuropsicológica que nos permite identificar un estímulo para realizar un procesamiento cognitivo, es decir, nos permite captar información del medio para que nuestro cerebro pueda procesarla. La atención nos ayuda a seleccionar esta información y filtrarla para quedarnos con lo que nos sirve e ignorar lo que no.



Para que el proceso de atención sea eficaz, necesita que se activen otros mecanismos asociados: la red de alerta para conseguir que exista un estado de activación que nos permita procesar esos estímulos, la red de orientación espacial para seleccionar qué aspectos del entorno son relevantes y, por último, la red ejecutiva que nos permite llevar a cabo tareas cognitivas complejas. Estos sistemas atencionales nos ayudan a regular los tres tipos de atención que existen:


1- Atención selectiva: Es la que nos ayuda a seleccionar los estímulos relevantes para realizar la tarea que precise en ese momento. Esto lo hacemos de forma activa, tomando decisiones sobre la entrada de esa información, y no de forma automática.


2- Atención sostenida: una vez focalizada la atención, debemos mantener esa focalización, intentando no cansarnos ni distraernos y de esto se encarga la atención sostenida.


3- Atención dividida: Se encarga de mantener esa focalización en dos o más estímulos diferentes a la vez.


Existen muchos factores que pueden influir en nuestra atención como por ejemplo, cómo nos encontremos en ese momento, si estamos más activos o más parados, estresados o adormilados, también depende de sí la información que tenemos que atender nos resulta más interesante o menos, o sus características visuales sean más llamativas, la edad del individuo e incluso la personalidad.


En el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) existe una inatención que interfiere en este funcionamiento cognitivo. Existen varios síntomas que nos hacen sospechar que puede ocurrir este problema como; descuidos o fallos por no prestar la debida atención, problemas para mantener la atención en diversas tareas, sensación de que la persona no nos está escuchando, dificultad para organizarse, desagrado por iniciar tareas que le requieren una dificultad, olvidos…


Pero existen también dificultades de atención mantenidas en el tiempo que pueden ser consecuencia de factores diferentes al TDAH por ejemplo, por dificultades en la regulación emocional, otro tipo de dificultades académicas que hagan que el esfuerzo cognitivo que tiene que hacer el niño sean mayores que en otros niños.


Por todo ello, para poder ayudar adecuadamente a nuestros hijos, es necesario realizar diferentes pruebas de evaluación para detectar el problema de forma específica y poder actuar con eficacia.


Desde el Sendero realizamos estas pruebas con un equipo multidisciplinar para poder elegir la línea de tratamiento más adecuada y mejorar de manera significativa estos déficits de atención que pueden hacernos sentir tan vulnerables.

Post recientes
bottom of page