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¿Te ha pasado alguna vez que alguien se te eche a llorar, o te cuente algo que le ha pasado por lo que está muy triste, y no sepas qué decirle?


En este post, queremos ofrecerte algunas claves para que puedas acompañar en esos momentos tan difíciles. Es importante que, de entrada, naturalices que es normal estar triste cuando se viven situaciones difíciles y desde ahí valides esta emoción para que puedas ayudar a la persona a no sentirse con la presión de tener que estar bien.


Una idea importante, es que, a quien debemos dar la prioridad en la expresión de sus emociones, o en contar lo que le ha ocurrido, es a la persona que está sufriendo. Ante situaciones difíciles, las personas tenemos necesidad de expresar, sacar todas esas emociones que están descolocadas en nuestro interior.




Pero… ¿Y por qué es tan importante que permitamos es espacio de expresión a la persona que está triste? La composición de las lágrimas de la tristeza es diferente al llanto por dolor físico. Las lágrimas de tristeza tienen grandes cantidades de cortisol, la hormona del estrés. Así que llorar nos ayuda a liberarnos del estrés.

Además, a través del lenguaje, y de permitir el desahogo sin interrupciones, el doliente tiene la posibilidad de poner en palabras aquello que siente y de empezar a organizar lo que siente mentalmente.

Por eso, la primera idea, es que, si queremos ayudar, permitamos el desahogo, aunque nos incomode, aunque estemos pensando que no sabemos qué decir. Para acompañar no es necesario ofrecer soluciones a los problemas de los demás. Sólo es necesario, dar el permiso al otro para que pueda expresar lo que le ocurre por dentro.






Acompañar al que sufre necesita también de cierta introspección, para poder ofrecer una mirada sin juicio al otro. Por ejemplo, hay veces que podemos verbalizar: “no entiendo porque te ha afectado tanto, yo pasaría de eso”. Los juicios de valor, tienden a hacernos sentir que está mal sentir lo que estamos sintiendo, por lo que es mejor evitar ese tipo de afirmaciones en estos momentos tan delicados.


Elige tus palabras con mucho mimo:

- Procurando no caer en el contagio emocional y evitando expresar frases como “qué horror”, “qué sinvergüenzas” …

- Tampoco ayudan las exageraciones: “está todo fatal”, “nadie nos ayuda”, “todo el mundo va a lo suyo”.

- Intenta no compartir algo negativo similar que te ocurrió para no fomentar la negatividad. “Lo que me ocurrió a mí fue mucho peor”.

- Los consejos son buenos cuando nos los piden. Intentemos evitar la tentación de decirle a la otra persona lo que tiene que hacer. En la mayoría de los casos, las personas sólo necesitan desahogo ante un acontecimiento doloroso.




¿Qué es lo que sí ayuda?

- Dar nombre a la emoción que subyace en el otro, así reconocemos su estado emocional, y le damos valor a lo que siente la persona: “veo que te ha afectado mucho”, “Te noto triste”.

- Hacerle preguntas a la persona para profundizar. Al hacerlo, le hacemos sentir que nos importa. “¿Cuándo empezó todo?,¿Qué ha sido lo que más te ha dolido?, ¿Desde cuándo te pasa?

- Ayúdale a que identifique los apoyos que tiene, para que vea que no está solo. “¿Quién te apoyó o quien te puede apoyar?” “¿Dónde encontraste ayuda?”

- Ofrece tu ayuda. Hay veces, que ayudar en algo cotidiano, puede ser muy beneficioso para la persona que está sufriendo.

- Acompaña la escucha con tu comunicación no verbal, cuida una postura abierta a la otra persona (sin cruzar los brazos), mírala a los ojos, asiente con la cabeza. Intenta no hacer ninguna otra cosa mientras que se desahoga, o si ya lo estabas haciendo, detente para escucharla con más atención.

- Si la otra persona se muestra receptiva al contacto físico, no lo dudes. Un buen abrazo puede ser lo más valioso del mundo en muchas ocasiones.


Recuerda que, lo más importante, es que la otra persona sienta que tiene el permiso para el desahogo. No tengas miedo si no sabes que decirle, saber acompañar puede ser un desafío que se adquiere con la práctica.

“Estoy de bajón” “Estoy depre”


El termino depresión ha entrado en el lenguaje cotidiano de las personas y son bastante comunes frases como “estoy depre”, “estoy de bajón” con las cuales se quiere expresar un estado anímico alicaído caracterizado por tristeza y apatía.




Es bastante frecuente pasar a través de momentos nostálgicos a lo largo de la vida, sobre todo en relación con pequeñas frustraciones, decepciones, renuncias, pérdidas que dan lugar a estas emociones. Normalmente son momentos puntuales que se resuelven naturalmente. El problema viene, cuando este estado anímico se mantiene en el tiempo y la persona nota una creciente fatiga para enfrentar la vida. Suele manifestarse con dificultad en arrancar el día, sentimientos constantes de apatía, “no tengo ganas de nada”, pérdida de capacidad de disfrute de actividades normalmente agradables “no me apetecen”, una constante sensación de vacío interior y melancolía y, en algunos casos, pérdida de apetito, somnolencia diurna y recurrentes pensamientos negativos sobre uno mismo de diferente índole. Además, esta condición anímica suele ir acompañada de cierto aislamiento social porque la persona tiende a evitar relacionarse en cuanto el mundo parece “para otros” alejado, distinto y a veces incluso hostil.


¿Porque la gente se deprime? Dejando al margen el componente genético existente en esta condición, para contestar a esta pregunta es esencial relacionar la depresión con su emoción principal que es la tristeza. Nos ponemos tristes cuando perdemos algo o alguien. La pérdida no tiene por qué ser real: consideramos pérdida a todo lo que ha sido objeto de nuestro deseo / ilusión y no pudo ser (sueños, ideas sobre nosotros mismos, expectativas frente a relaciones, expectativas de vida). Entonces, en este sentido, se comprende la sensación de vacío típica de la depresión: “me siento como hueco” afirman los pacientes. El cerebro humano necesita un tiempo para asimilar la perdida y volver a encontrar un nuevo camino que haga recobrar el sentido, la ilusión y el deseo. Es muy normal que a consecuencia de una pérdida (real/imaginada) la persona deje de querer vincularse con la realidad. Esta retirada hace que el cerebro de la persona viva un significativo empobrecimiento en cuanto a estímulos que le lleva a enfermarse: el cerebro necesita estímulos nutritivos a su alrededor, sin ello, se va apagando. De hecho, el aumento de somnolencia, que muchas veces acompaña los estados depresivos, es el resultado de este bajón energético que vive el cerebro del paciente con depresión.



Con la pandemia han aumentado mucho los casos de depresión.

¿Por qué? La situación pandémica nos ha obligado a perder/renunciar a muchas cosas importantes para nosotros: se han perdido seres queridos, se han perdido trabajos y formas de trabajar, se han perdido espacios de socialización y formas de socializar y de interactuar con los demás, se han perdido muchas seguridades que antes dábamos por hechas. Ha sido una temporada donde las personas se han enfrentado (y se siguen enfrentando) a renuncias constantes y esto ha puesto a prueba el sistema emocional de la mayoría de las personas. La depresión, como está muy vinculada, con la vivencia de la pérdida, ha sido una forma muy común a través de la cual muchas personas han manifestado su malestar.



Es difícil poder dar unas pautas genéricas para la depresión porque es una condición compleja que requiere un análisis individualizado para poder identificar los pasos terapéuticos que hay que seguir. No obstante, se pueden definir algunas guías que pueden ser útiles en prácticamente todos los casos:


1) Dar importancia a la condición anímica que se está padeciendo: para poder cambiar una situación es importante reconocerla y legitimarla. Parece una banalidad, pero no lo es, sobre todo con la depresión. Las personas deprimidas se van anestesiando y acostumbrando a su condición, sobre todo si los síntomas no son severos y cursan con apatía, anhedonia. Es importante identificar esta condición como algo no funcional que merece ser tratado.


2) Vivir el síntoma como una oportunidad de crecimiento y no como un lastre: el sufrimiento humano nunca es gratuito, inútil. Siempre hay un sentido y un significado en ello. Ser capaces de entenderlo es esencial para comprenderse y motivarse al cambio.


3) No aislarse: a pesar de que en la depresión, la tendencia sea evitar la vida y las relaciones, es importante mantenerse activo socialmente, sobre todo relaciones íntimas y de confianza que, en general, percibimos como más seguras.


4) Sincerarse: es importante compartir con otras personas nuestras emociones y estado anímico. Esto nos hará sentir más acompañado y seguro.


5) Buscar ayuda especializada: la depresión es una condición anímica que se puede tratar con éxito con psicoterapia.


6) Empezar con algo pequeño, pero empezar: muchas veces las personas con depresión no arrancan, van posponiendo la vida o refieren que todo le da igual y no saben francamente por dónde empezar a recobrar el sentido. Esperan que llegue la ilusión, la motivación. Sin embargo, la ilusión, el sentido se crean, no llegan. El proceso de ilusionarse es un proceso activo donde la persona tiene un papel central. Es importante empezar a hacer algo, algo diferente que nos saque de la anestesia. Para ello es recomendable rescatar los antiguos hábitos placenteros “a mí antes me gustaba pintar, ahora llevo mucho tiempo sin hacerlo”: hay que volver a pintar.


7) Hacer las cosas cotidianas con una actitud de cuidado: hagamos lo que hagamos, intentemos hacerlo con cuidado y cariño. Puedo prepararme la comida de cualquier forma o hacerlo dando importancia a lo que estoy haciendo, cuidándolo.


8) Hacer deporte, moverse: cuando hacemos deporte producimos endorfinas y esto hace que nos sintamos mejor física y anímicamente.


9) Ser constantes en lo que nos proponemos: ser constante aumenta nuestro sentido de autoeficacia y nos devuelve una idea positiva de nosotros y nos da confianza.


Superar un estado de depresión implica fundamentalmente un proceso de reparación donde el abandono se transforma en cuidado, el juicio en comprensión y la negligencia en atención.


“Cuando me amé de verdad

Comprendí que, en cualquier circunstancia,

Yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta,

Y en el momento exacto, y entonces, pude relajarme.

Hoy sé que eso tiene un nombre: AUTOESTIMA.


Cuando me amé de verdad,

Pude percibir que mi angustia,

Y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal

De que voy contra mis proprias verdades.

Hoy sé que eso es AUTENTICIDAD.


Cuando me amé de verdad,

Dejé de desear que mi vida fuera diferente,

Y comencé a aceptar todo lo que me acontece,

Y que contribuye a mi crecimiento.

Hoy sé que eso se llama MADUREZ.


Cuando me amé de verdad,

Comencé a percibir que es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona

Solo para realizar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento,

O la persona no está preparada, inclusive yo mismo.

Hoy sé que eso es RESPETO.


Cuando me amé de verdad,

Comencé a librarme de todo lo que no era saludable: personas, situaciones y cualquier cosa que me empujara hacia abajo.

Hoy sé que eso se llama AMOR PROPIO


Cuando me amé de verdad,

Dejé de temer al tiempo libre

Y desistí de hacer grandes planes,

Abandoné los megaproyectos de futuro.

Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo.

Hoy sé que eso es SENCILLEZ


Cuando me amé de verdad,

Desistí de querer siempre tener la razón,

Y así erré menos veces.

Hoy descubrí que eso es HUMILDAD


Cuando me amé de verdad,

Desistí de quedarme reviviendo el pasado,

Y preocupándome por el futuro.

Ahora me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece.

Hoy vivo un día a la vez.

Y eso se llama PLENITUD.


Cuando me amé de verdad,

Percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme.

Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón

Ella tiene un gran y valioso aliado.

Todo esto es SABER VIVIR.


No debemos tener miedo de cuestionarnos,

De hecho, hasta los planetas chocan,

Y del caos suelen nacer la mayoría de las estrellas”.



Autor: Charles Chaplin







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