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Círculo de Seguridad Parental

Todos los niños vienen al mundo con una predisposición innata para vincularse con sus figuras de apego, y este será su modelo para establecer relaciones afectivas durante el resto de su vida. El apego tiene especial relevancia durante los primeros años de vida y su función es asegurarnos el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad y de los esquemas mentales (sobre el mundo, sobre ellos mismos y sobre los demás).

Los niños necesitan tener sus necesidades cubiertas para poder desarrollarse en todos los ámbitos, incluido el cognitivo. El cerebro de un niño se va llenando de información, va interiorizando conocimientos y representaciones del mundo, siendo la interacción con sus padres y madres unas de las principales vías de entrada de información. Por eso es irracional pensar que estos primeros meses y el estilo de crianza que reciben no vaya a influir en su vida a posteriori, y no solo a nivel cognitivo, si no también a nivel emocional y comportamental.

Probablemente, ya has escuchado alguna vez los distintos tipos de apego que existen (seguro, inseguro evitativo, inseguro ansioso e inseguro desorganizado). Si no es así, puedes leer sobre ello en nuestro anterior blog relacionado con el apego.


Como padres, queremos ayudar a nuestros hijos a construirse como futuros adultos funcionales, independientes, emocionalmente estables, con habilidades y recursos suficientes para afrontar las dificultades que aparezcan, y con capacidad de regularse y vincularse con los demás de una manera sana. ¿Alguna vez os habéis preguntado cómo hacer esto? Os contamos la forma de fomentar el apego seguro con vuestros hijos a través del Círculo de Seguridad Parental.



Este esquema sugiere que los adultos debemos mostrarnos como más grandes, fuertes, sabios y bondadosos, y que cubramos las necesidades (fisiológicas y emocionales) que aparezcan en nuestros hijos durante todo su desarrollo. Los adultos debemos ser base segura y refugio seguro para ellos, y esto se basa en dos necesidades básicas de todo pequeñín:

  • Necesidad de explorar el mundo que le rodea y aprender de él (base segura): Para explorar con seguridad debe sentirse libre para hacerlo, sabiendo que si está en peligro real sus padres le protegen desde la distancia, respetando su espacio.

  • Necesidad de regulación, validación y conexión emocional (refugio seguro): Para entender sus emociones necesitan que un adulto las nombre, las reconozca, las valide y de importancia, y las regule.


Los niños necesitan ver a sus figuras de apego como unas manos que les lanzan a explorar y a aprender sobre el mundo de una forma segura, sabiendo que siempre van a poder recogerles cuando necesiten volver, siendo capaces de sintonizar con sus necesidades. Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor:


Imagina unos padres en el parque con su hijo. Éste se pone a explorar el lugar, descubre la textura de la arena, cómo se ven los bichitos que la recorren e incluso a qué sabe el tobogán si pone sus labios sobre él. Intenta subirse al columpio dando un mal paso y acabando en el suelo. El pequeñín, con un rasguño en su rodilla, comienza a llorar, asustado y dolorido y se dirige hacia sus padres en busca de consuelo. Pongamos dos reacciones diferentes que podrían tener los padres:


  • Se asustan, corren hacia él a levantarle y le dicen: “¿Ves como no puedo dejarte solo? No tienes cuidado, me despisto un momento y te caes. Ven al banco a sentarte y ya no vayas sin supervisión”.

En este caso, el niño aprenderá que el mundo es algo impredecible como para explorarlo solo, que no puede confiar mucho en sus propias habilidades y que necesita a sus figuras de apego constantemente ahí para funcionar ¿Reconoces, qué parte del círculo estarían dejando sin cubrir sobre todo? Efectivamente, la de la base segura. Serán adultos más inseguros y dependientes, necesitando del otro para atreverse a explorar.

 

  • Le dicen desde la distancia: “Venga, levanta que no ha sido nada, no llores tanto que ha sido una tontería y vete a jugar”.

En este caso, el niño aprendería que sus emociones no son importantes, que mostrarlas le hace débil y que no pueden buscar consuelo en los demás, si no que deben arreglárselas solos. Serán adultos a los que les cueste expresarse y regularse emocionalmente, con baja capacidad para vincularse con el otro desde un plano emocional, porque no tuvieron un modelo adecuado para ello, y con dificultad para pedir ayuda por considerarse autosuficientes. ¿Reconoces esta vez qué parte del círculo estaría sin cubrir? Sería el refugio seguro.

 

¿Cómo podrían estos padres actuar desde las dos partes del círculo? Acogiéndole, traduciendo y validando su estado emocional (“te has caído y te has asustado” “te duele un poco la rodilla”), y ofreciéndole un modo de regularse (“¿Necesitas un abrazo?”), animándole a seguir con su exploración cuando lo considere necesario (“Cuando estés mejor puedes ir a jugar otra vez, si necesitas algo yo siempre estaré aquí”).



Si quieres saber más sobre cómo incorporar este círculo en el día a día con tus hijos y crees que podemos ayudarte a fomentar un vínculo seguro con ellos, no dudes en contactarnos, estaremos encantadas de ayudarte.

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